«Estoy muy angustiado», le decía un amigo a otro. «En estos últimos días, mi vida me ha llevado a la desesperación, y para donde me vuelvo, sólo veo nubes negras que me han quitado la paz», concluyó. El amigo, buscando animarlo, dijo: «De las nubes negras caen aguas límpidas y reconfortantes.»
¿Por qué debemos desesperarnos con un momento de adversidad?
Cuando confiamos en Dios Nuestro Señor, los escenarios más inquietantes pueden dar lugar a pastos verdes más deprisa de lo que podemos imaginar. Todo es posible para Él, hasta transformar una situación de aflicción en otra de puro placer y alegría.
Una nube negra puede significar la necesidad de buscar un refugio y no hay refugio mejor que los brazos del Señor Jesús.
Un momento difícil puede servir sólo para mostrarnos que nos estamos alejando del camino que conduce a la buena vida, y que necesitamos revisar el rumbo de la nuestra.
Sin Cristo nada podemos hacer. Sin su dirección, podemos seguir por caminos equivocados. Sin agarrar Sus manos, podemos tropezar y caer. Y hay heridas, en esas caídas, que dejan cicatrices que nos marcarán por mucho tiempo.
Si usted está viendo nubes negras sobre su cabeza, no desepere y crea que luego Dios enviará aguas puras sobre su vida.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un saludo, y mi deseo de que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo, y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha prosperidad.