Ojete Calor presenta Morreo

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El grupo sabe qué asuntos interesan a su público, por eso su nuevo single trata una experiencia tan universal como es el primer amor con todos sus tics: los nacientes cosquilleos en el estómago, el acercamiento nervioso, los incipientes rubores… el descubrimiento del deseo, al fin. Todo lo que dé para poesía de carpeta es también susceptible de ser una letra de Ojete Calor.

Ojete Calor es con seguridad la teen band española más influyente, y no solo porque sus integrantes a penas pasen de los cuarenta: sus temas, su estilismo y su vocabulario son referentes absolutos para los adolescentes de todo el país. «Sabemos ganarnos a los jóvenes porque hablamos su mismo idioma; cuando algo nos gusta decimos que es “molón”, y si disentimos con nuestro interlocutor respondemos que “lo está flipando en colores”», afirman.
El grupo sabe qué asuntos interesan a su público, por eso su nuevo single trata una experiencia tan universal como es el primer amor con todos sus tics: los nacientes cosquilleos en el estómago, el acercamiento nervioso, los incipientes rubores… el descubrimiento del deseo, al fin. Todo lo que dé para poesía de carpeta es también susceptible de ser una letra de Ojete Calor. «Morreo es un canto al flirteo juvenil, pero desde una perspectiva romántica. Nosotros reservamos nuestra flor para la persona adecuada, porque si no luego vienen los embarazos no deseados y el SIDA. Ahora, babas te puedes tragar las que quieras».
La canción es como un Chupa Chups de pica-pica: al principio tiene una dulce envoltura de balada, frágil y hermosa, pero a la que se desgasta sale rápido el relleno ácido de un buen tema disco muy bailable. Rhythm and blues, K-pop, eurobeat y Moroder (otra vez) se mezclan en un pelotazo confitado, fácil de tragar gracias a los aterciopelados coros de The Calorettes, el acompañamiento vocal de lujo que envuelve a Carlos Ojete y Aníbal Calor en otro gravísimo caso de apropiación cultural. El videoclip intenta una estética Motown de finales de los 60 que no acaba de llegar, combinándose de manera imposible pantalones de campana, doo-wops de los cincuenta, botines de tacón cubano, la iluminación de Tocata y absurdas pantallas leds, resultando un pastiche raro y provocando un conflicto artístico bastante incómodo, pero muy novedoso.
Morreo es, en resumen, la canción de San Valentín que no llegó a tiempo.


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