Carlitos, un niño de 6 años, hablaba por teléfono: «Mamá está en el hospital. Yo y mis hermanos Beto y Clara, mi papá y el perro estamos solos en casa.»
Es interesante cómo esa charla del niño puede ser real en nuestras vidas. Frecuentemente estamos rodeados de muchas personas y, sin embargo, nos sentimos solos. El vacío en nuestros corazones, la indiferencia de los parientes y amigos, los vecinos que ni nos miran, la iglesia llena que ni nota nuestra presencia… están todos allí y nosotros estamos completamente solitarios.
Lo que nos falta, en esas ocasiones, es la presencia de Aquel que siempre sostiene nuestras manos, que nos ayuda en los menores obstáculos, que nos consuela cuando la tristeza se abate sobre nosotros, que nos aplaude aún cuando el logro es insignificante. Jesús es la multitud que no puede faltar en nuestros días. Con él la soledad se va, los días melancólicos se esconden, las decepciones se mantienen distantes, la alegría y la felicidad se colocan a nuestro lado.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un saludo, y mi deseo de que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo, y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha prosperidad.