“Las canciones tienen que servir para algo”, dice Coti Sorokin y carraspea, emocionado ante una cantidad impresionante de público que colmó el relieve del predio de la Costanera de Concordia elegido para el cierre de la gira solidaria “Canciones útiles”.
La emoción del cantautor es genuina. Viene de lejos y desde que nació este sueño de acompañar el trabajo del Merendero “Color Esperanza”, que no sólo lleva el nombre de una canción suya, sino que cobija el devenir de un montón de gurises de la periferia de Concordia a través de un grupo de personas que comparte el mismo sentido social de la cuestión.
En la movida no hay partidos políticos involucrados, ni fundaciones, ni organizaciones de ningún tipo. Es gente común haciendo cosas por sus pares más desprotegidos. Y eso le da más valor aún a cada acción.
El movimiento de “Canciones útiles” arrancó varias semanas atrás desde la organización del equipo de Coti y gente de Concordia y el día concreto comenzó este sábado 7 de marzo a las 6 de la mañana, con el punto de encuentro de Córdoba y Dorrego, en el corazón de Capital Federal. Desde allí partió el micro de Flechabus con los canastos vacíos, a la espera de las donaciones de útiles escolares.
La primera parada ocurrió en Gualeguaychú, donde se rompieron todos los pronósticos y se cortó la calle para el show callejero de Coti y la descalabrante banda “Paprika”, que acompaña a modo de comando sonoro. Eran las 11 de la mañana y los canastos que arrancaron vacíos en Palermo ya estaban repletos.
A las 2 de la tarde y bajo el sol pleno de la playa de Colón, la segunda escala continuó la recolección, que venía en alza, junto con la expectativa por llegar a la etapa final, que ocurriría en la tardecita concordiense ante una Costanera vuelta un río-mar de gente.
Por si fuera poco, la gira estuvo acompañada por los cuatro hijos de Sorokin, quienes participaron activamente de toda la movida. En cada concierto -sobre todo Leyre y Maia- se bailan todo y corean las canciones como si fuera la primera vez. Premio para el artista. Cielo ganado a fuerza de canción, ruta y corazón.
Lo del baile y corearse todo es imposible de evitar, no sólo por el cross de hits imbatibles sino por la energía que insufla el poderío casi balcánico de los “Paprika”, que, además ofician de alentadores profesionales y ponen a todo el mundo a saltar. Asimismo, no faltan los momentos de intimidad guitarrística con la presencia de sonares como “Color esperanza” o “Tu nombre”.
Cuando todo termina, Coti se acerca a la carpa en donde lo esperan los chicos del Merendero y le regalan una remera con mil mensajes de puño y letra de ellos mismos. No duda, se la pone y los abraza con la misma emoción de la primera frase de este artículo. Otra enorme demostración de que nada de esto fue un error.